El vientre materno fue nuestro primer hogar. Fue un ambiente totalmente preparado para desarrollarnos sanamente durante nueve meses. En él encontramos todos los nutrientes necesarios para crecer, encontramos protección y seguridad, estímulos que nos prepararon para cuando estuvimos listos para nacer, recibimos mucho afecto, amor y el espacio suficiente para movernos según se iban desarrollando nuestros órganos.
Llegamos a este mundo y un nuevo ambiente se nos presentó. Las primeras personas con quienes tuvimos contacto fueron nuestros padres.
Qué importante prepararnos como adultos para recibir a un nuevo ser, indefenso, pero listo para cambiar de un ambiente perfecto a un ambiente totalmente nuevo. Ese es el primer paso para crear un ambiente Montessori: Prepararnos como adultos, auto observarnos, mirar hacia nuestro interior.
Al auto descubrirnos, al conocernos mejor y al conocer mejor el desarrollo físico, psíquico y emocional del niño, seremos capaces de observar al niño objetivamente, sin juzgarlo y aceptando la diversidad de comportamientos que tendrá a lo largo de su desarrollo.
María Montessori observó durante muchos años a niños y niñas alrededor del mundo y encontró que debía existir un vínculo emocional entre el infante y su entorno. Este vínculo generalmente se encontraba naturalmente en el hogar, más no en las escuelas. Por eso quiso extenderlo al ambiente escolar, primero preparando a las guías o profesores tanto pedagógica como espiritual y emocionalmente. Buscando guías amorosas, observadoras y con gran humildad. Luego creando un ambiente hogareño, donde las necesidades fisiológicas y emocionales de los niños fueran satisfechas, donde se favoreciera el aprendizaje y las potencialidades del niño y donde se construyera una sociedad más consciente, justa, comprometidos con el cuidado de la naturaleza, la humanidad y educando para la paz.
Un ambiente preparado Montessori está constituido por el espacio físico, los materiales Montessori y el adulto preparado que pone en contacto al niño con el material y con su entorno. Este ambiente debe satisfacer las necesidades de cada etapa de desarrollo, su independencia, el respeto a su personalidad única y su libertad de movimiento. En un ambiente preparado se aprende a vivir en sociedad, respetando el entorno, los materiales y a los compañeros y guías. Se fortalece lo social y la personalidad ya que conviven niños de diferentes edades: en nido y comunidad infantil de 0 a 3 años, en casa de niños de 3 a 6, Taller 1 de 6 a 9 y taller 2 de 9 a 12 años.
Al entrar a un verdadero ambiente Montessori, encontrarás que son espacios muy ordenados, bellos y con colores tenues y agradables, con todo el mobiliario y material adecuado al tamaño de los niños, con mucha luz, accesibles y funcionales y que favorecen la libre circulación de movimiento y de pensamiento. Gracias a este ambiente físico y a la perfección de los materiales, creados científicamente por la doctora Montessori, se logra un auto aprendizaje a través de la repetición y el error, se fomenta el orden, la independencia, la auto-estima, se generan límites claros y se logra la libertad responsable, además de ayudar en su desarrollo motor, cognitivo, emocional y social.
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