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CÓMO CONOCÍ LA FILOSOFÍA MONTESSORI

Actualizado: 21 feb 2019

Una de las decisiones más importantes y difíciles de la vida es la educación que queremos dar a nuestros hijos. Desde que son muy pequeños, e incluso, antes de que nazcan, ya estamos pensando en la escuela que queremos para ellos. Empezamos a preguntar a familiares y amigos, analizamos si nuestra educación escolar fue la adecuada y si nos gustó, investigamos costos, zonas, metodología, idiomas, etc… Es muy normal sentir miedo de no saber si estamos tomando la mejor decisión y seguramente todos alrededor nos darán opiniones y entraremos en un período de confusión e incertidumbre.

Cada niño es único. No existe la escuela perfecta, pero sí la educación ideal: ésta se da en casa, junto a la familia. Es importante que la escuela que elijamos tenga que ver con nuestra filosofía de vida, con nuestros valores y principios.





Conocí la filosofía Montessori cuando mi hija ingresó en el 2001 a una escuela con esta metodología en Cuernavaca, México. Me llamó la atención la belleza de su entorno: naturaleza, animales, espacios amplios, luz… Ella tenía apenas un año con 10 meses y entraría a “Comunidad Infantil” (niños de uno a tres años.). La primera vez que conoció su ambiente, pude percibir que se sintió en casa, era como una prolongación de nuestro hogar. El ambiente le daba seguridad y confianza y definitivamente, se sentía libre! La guía (maestra), era una persona respetuosa, alegre y amorosa. Luego conocí el ambiente (aula) donde estaría, todo era preparado para los niños: el tamaño de los muebles, los materiales que se encontraban en cada estante, los cuadros con imágenes reales y adornos a su altura. Los baños, espejos, todo absolutamente, estaba a su alcance. Era bello y además muy ordenado y espacioso. Se respiraba paz y la luz natural era hermosa...

Encantada con todo esto, investigué un poco más de esta metodología y entendí que Montessori es una FILOSOFÍA de vida! La cual se asemejaba mucho con nuestra forma de pensar.

Un día nos invitaron a las familias a conocer el material con el que trabajaban nuestros niños. Todo era real, natural, las jarras, vajillas, vasos eran de cristal... todo tenía un propósito para el desarrollo de sus sentidos o de su sistema motor. Era increíble entender que lavar una mesa o un cristal, estaba preparándolos para la escritura, o que el material sensorial los preparaba para las matemáticas... que ejercicios simples de gracia y cortesía si se aprenden desde muy temprana edad, formarán a adultos educados y respetuosos. Entendí también que el convivir con niños de distintas edades los preparaba para la vida real, la vida en comunidad, ésa donde a veces eres quien ayuda y otras veces necesitas ayuda.


La educación Montessori no es que los niños “hacen lo que quieren”, sino que “quieren y aman lo que hacen”. Comprender la importancia de los límites claros y sus consecuencias lógicas e inmediatas, me hizo ver por qué los niños en estas escuelas logran ser libres responsablemente. Comprendí que mi hija se encontraba en la etapa más importante de su vida, donde todo lo que su mente absorbía se quedaría para siempre en su subconsciente y sería éste quien la guiaría en su vida adulta.

Empecé a estudiar a María Montessori, a observar a mis hijos y sobre todo, a vivir de lleno esta filosofía. Mis hijos fueron mis guías, mis maestros. Qué gran oportunidad para nosotros como padres y para nuestros hijos haber descubierto esta filosofía de vida.

Aún ahora en su adolescencia, continúan enseñándonos y guiándonos. Puedo ahora ver los frutos de todo lo que en su primera infancia aprendieron. Son adultos en paz y con un gran corazón, son jóvenes que se sienten capaces de lograrlo todo, independientes y seguros de sí mismos. Esa luz con la que nacieron sigue viva en ellos.

No sentimos miedo más tarde cuando por circunstancias de la vida, tuvieron que ingresar a escuelas con educación tradicional, donde nuestros hijos fueron también muy felices y lograron aprovechar todas sus potencialidades.

La filosofía Montessori es una filosofía de vida. El primer acercamiento a un niño, ya sea con nuestros hijos, sobrinos o con cualquier pequeño, nos muestra el amor y la inocencia de los niños y esa fuerza interna asombrosa por querer vivir plenamente y absorber todo lo que les rodea.

Betty González Elger

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